No te contamos nada nuevo si decimos que la gestión financiera de una empresa es clave para su viabilidad. Lo que no es tan obvio cuando arrancas es…
La gestión de una empresa supone mucho más que el desarrollo de un producto o un servicio. Aspectos clave como la organización interna, la tesorería, las tareas comerciales, la atención a la cliente o al equipo de trabajo se descuidan con la vorágine del día a día, y los objetivos clave de la empresa se descuidan.
1. Desarrolla técnicas para evitar impagos y morosos.
Establece las condiciones de venta bien claras en cada operación, dejando claro las condiciones de pago. En este caso, suele estar bien disponer de un contrato estable y negociado con algún asesor fiscal y/o experto en temas de mercantil. También es muy importante buscar e implementar en la empresa mínimas herramientas que te permitan la gestión integral de los pagos y los cobros. En todos los negocios la tesorería es algo importante pero en unos más importante que en otros. Una mala gestión de la tesorería puede hacer fracasar a una empresa aún cuando tiene una buena política comercial y un buen producto o servicio. La gestión y la planificación, una vez más, han de ser prioridades sobre las que apoyar la empresa para crecer.
2. Asegúrate de tener un buen colchón financiero.
No se puede depender de subvenciones y ayudas públicas para el inicio de la actividad, sino de la clientela que seas capaz de buscarte. Es difícil hacerse con recursos propios desde el principio por eso hay que meditar muy bien el modelo de negocio que se tiene, cuánto tiempo pasará hasta que se empiece a facturar (porque los costes empiezan a aparecer desde el primer minuto de actividad). Elegir el momento de lanzarse a la actividad emprendedora es quizás el mejor consejo que se puede dar a una persona que está pensando en ello.
3. A buscar financiación también se aprende.
No lo es lo mismo la fase inicial de la actividad emprendedora que la fase de consolidación, que la de expansión o crecimiento. Las necesidades financieras y la capacidad de negociación con las entidades son distintas. Casi se puede decir que la negociación con las entidades financieras es una mezcla entre un arte y un trabajo muy riguroso. Hay que empezar por lo más básico, visitar varias entidades tanto públicas como privadas (vamos, no quedarse con el banco de toda la vida). Pero hay otro aspecto sumamente importante y que aconsejaríamos a cualquier empresario/a.
Y es la capacidad de plasmar en un documento una idea de empresa muy forjada, muy pensada y con todos los aspectos ‘atados’, como son el mercado, los proveedores, los clientes, los colaboradores, el perfil del equipo humano, las redes de comercialización, la política de precios, etc. Todos estos condimentos hay que plasmarlos de tal manera que la planificación estratégica de la empresa sea clara y creíble.
Y es que el banco o el intermediario financiero “no te conoce”, y tienes que demostrar que posees un negocio con las suficientes garantías como para usar eficientemente los recursos financieros que te va a prestar para crecer y crear valor y, por tanto, para devolverlos con todas las garantías. Esta parte la consideramos muy importante porque hemos detectado que la gestión financiera de las empresas es una tarea a la que hay que dedicar muchos esfuerzos y no consiste simplemente en ir a una ventanilla del banco a pedir dinero.
4. No hay que tener prisa por crecer.
Crecer es una decisión complicada y no exenta de riesgos, aunque también de oportunidades. Se debería abordar un proceso de crecimiento cuando tengas un modelo de gestión muy definido, muy estable y fiable y te acompañe una clientela afianzada y muestres una capacidad para seguir manteniendo o mejorando tu cifra de negocio con los mismos patrones de calidad. Pero crecer implica financiación, recursos humanos y mayores dificultades de gestión. La seguridad plena no existe pero sí podemos planificar los saltos para afianzar nuestro éxito.